viernes, 8 de marzo de 2013

UN PEQUEÑO REGALO



Por: María Fernanda Sarmiento Bonilla

Maíra Guedes. Nucleo Negra Zeferina.

Un 8 de marzo más en el que no faltarán las flores, los chocolates, los peluches, las tarjeticas, tal vez una invitación a cenar. Un 8 de marzo más en el que me niego a creer que nos celebran como si fuéramos lindas florecitas a las que hay que regar cada año en esta fecha. Me niego a seguir el afán comercial por hacer plata a costa de las batallas y luchas que tuvieron y tienen que seguir miles de mujeres por el lastre patriarcal y machista; me niego a dejarme enceguecer por un bonito arreglo floral y el más delicioso de los chocolates; me niego a dejarme celebrar por ser de un sexo y nada más. Gracias almacenes Éxito, Carrefour, Falabela, La Polar; gracias, Coca-Cola, Revlon, Nike, Carolina Herrera, Jolie de Vogue y Avon, pero sinceramente no quisiera celebrar con estas marcas, que despliegan toda su publicidad y mercadeo para acentuar que somos nosotras las únicas responsables del cuidado del hogar, los hijos e hijas, el marido y claro, la respectiva y sugestiva provocación a cuanto macho nos pongan en frente, pero eso sí, nunca del mundo. Para eso están ellas que se encargaran con sus varones a la cabeza de ordenar cuales son los destinos de este enrevesado planeta.

Si, perdónenme mujeres del mundo (bueno las que me leen por lo menos), pero no gritare Feliz día de la Mujer, botando flores al aire y sacando serpentinas de colores. NO quiero, NO lo hare. En cambio si diré con voz calma y lenta: despierta mujer, que eres tú, conmigo y las demás las que podemos cambiar desde lo pequeño, el todo. Y este es mi pequeño regalo.

Déjeme justificar un poco esa frase. El trabajo que me ha absorbido en los últimos meses, me ha mostrado escenarios tristes, desoladores y poco esperanzadores. Es una escuela pública con una población proveniente de los sectores más populares y desarraigados de la ciudad, con un grupo docente que en su mayoría se presentan cansado y con todas las esperanzas rotas, con una dirección que no pretende cambiar sus estudiantes porque “el daño viene de matriz” y “esperemos a sus bisnietos a ver si estos son diferentes”. Pero lo que más me daña y me entristece es ver como las jóvenes no tienen ninguna pretensión de por lo menos hablar, participar, liderar alguna acción, si bien es cierto que en general esta generación se está caracterizando por la pasividad y el silencio, en las chicas este comportamiento es con mayúsculas. ¿Dónde quedan todas las luchas que las mujeres hemos ganado? ¿Qué pasa con estas chicas que lo único que quieren es conseguir un hombre que las mantenga? ¿Dónde están todas las victorias que gritamos con secretarias de gobierno, presidentas de países y bancos mundiales? Y entonces el regalo vuelve a ser pequeño. El cambio y la lucha tienen que ser, también, en el metro cuadrado donde vivimos, como lo señalo hace pocos días el sociólogo Teodoro Pérez.

Nucleo Negra Zeferina
Es desde nuestros pequeños espacios de acción donde tenemos que ir transformando los órdenes de esta sociedad que se resiste al cambio, más esta sociedad en donde nos tocó vivir, la colombiana. Es en la casa donde entablamos diferentes relaciones para que el hijo y/o la hija aprendan, desde la mímesis - que es el único método humano para ser humano-, a vivir con otro tipo de relaciones en el mundo. Sé que estas chicas de este colegio, no ven otra oportunidad desde la casa, sé y sabemos que los medios masivos no les dan otra alternativa que ser la mujer del Capo, o ser la que sin tetas no tiene paraíso, o esperar a ser una cenicienta reencauchada por la dramaturgia pobre de nuestras telenovelas. Pero si sé que es en el hogar en donde esas relaciones se pueden de-construir para formar nuevas relaciones, sueños y pretensiones. Y sí, la escuela tampoco se libra de toda responsabilidad, y ahí tenemos otro escenario pequeño. Tenemos muchas mujeres en los colegios públicos, muchas de ellas son rectoras, directoras o coordinadoras, tienen cargos de poder dentro del pequeño mundo escolar, pero como diría mi querida Florence un cuerpo de mujer no me dice nada, y lo veo y es cierto y doloroso observar a profesoras y rectoras perpetuando comportamientos machistas y patriarcales en la escuela, en el salón de clase, en el discurso de bienvenida, en la discusión con lo diferente que entra en la escuela y rompe el formalismo conservador. Y así, las jóvenes jamás se ven reflejadas en estas mujeres que tienen enfrente; quien querrá ser la gritona que nos empuja a la jaula, quien la déspota que nunca habla de tú a tú, o quien aquella que por su amargura diaria por la profesión que no la satisface y que de aburrida tiene todo, ¿quién? Por lo menos ninguna de estas chicas.


Sé compañeras madres, educadoras, profesoras y vecinas que el trabajo no es fácil y tiende al agotamiento rápido y al abandono diario. Pero hoy en nuestro día reciban las fuerzas que invoco –si, a lo bruja que no teme el fuego ni volver a su madre tierra hecha tierra- y que potenciaran nuestro deber de ponerle otro orden a este mundo. Y mis compañeros volverán a decirme que hay mujeres perversas y peores que los más tiranos, y que es por nuestras manos que hemos educado a estas generaciones machistas y patriarcales, y yo les diré que si es así, esas mismas manos pueden educar otras generaciones que subviertan ese orden, otras generaciones que reconozcan los atributos femeninos originarios y hasta dictados por la sociedad, como el cuidado, el amor, la ternura, la suavidad y el cariño por los y las demás; y que los reconozcan para imitarlos y aprenderlos, no solo para echarnos el agua sucia cuando no funciona, sino para que esas características que han sido consideradas en el universo de lo femenino, sea del universo de todos y todas.
Amigas, profesoras, compañeras, madres, dirigentes, presidentas, ministras, mujeres, mujeres y mujeres, digan conmigo, que sí, que somos nosotras las que podemos enseñarle al mundo de cuidado y ternura, de dedicación y compromiso, de afecto y respeto. Y que hoy en nuestro día, nos reconocemos como pedagogas con la esperanza, el sueño y la meta puestas en nuestra hasta.

Y entonces así digo suave y con calma ¡Feliz día mujeres, porque somos nosotras las que podemos cambiar desde lo pequeño, el todo!
Nucelo Negra Zeferina