domingo, 22 de mayo de 2016

UN robo más

un robo mas
Un poco de amarillísmo, espero no haga mal.

Por María Fernanda S. Bonilla

Si, hoy sufrí un intento de asalto. Si, no es nada sorprendente menos en las condiciones que el evento ocurrió (que ni evento fue, por que el suceso es bien común aquí en esta ciudad, como en muchas otras). Dí papaya, ayudé para que el intento ocurriera, me puse en riesgo. 

La historia es esta; caminaba con al amigo paisa, el buen Rubén, por una de las principales calles de Salvador, la Avenida Sete de Setembro, pero por ser una de las principales, no quiere decir que sea una calle segura, es más, todas y todos en esta ciudad saben que es casi imposible caminar, sin ser robado, por esa avenida en ciertas horas y en ciertos días. Hoy, un domingo a las 18:30 pasar por la Av. 7, con un bolsito colgado de los hombros, es llamar un ladrón (ese fue el regaño de mi apreciada Rejane, cuando escuchó el suceso, y claro, tiene razón). Todo estaba colocado para el devenir, hasta la conversación con el paisa era sobre asaltos. Justo en ese momento, llegaron con paso muy rápido, casi corriendo, dos hombres, nos dieron tiempo de advertir su presencia y hasta de intentar una pequeña huida, sin embargo, uno alcanzó a agarrar mi bolso y empezar a jalar. No sé muy bien cual fue la suerte de Rubén en esos instantes; la mía decidió ir por el camino del grito. Por otros eventos similares en el este país, ya sé que las palabras no son buena idea, pues el acento de extranjera, “extraña” a las personas que están alrededor y las inhiben, todavía más, a prestar algún tipo de auxilio. Entonces mi grito solo emitió una A larga, desgarrada y tristemente (como crítica a mi oficio) con poco apoyo diafragmático. 

Producto de esto es el dolor en la laringe y en mis pobres pliegues vocales. Si, lo sé; es decepcionante que toda una profesional con maestría, inicio de doctorado, 13 años de experiencia escénica en mi amada Vendimia Teatro y docente de voz, no haya “naturalizado” un grito apoyado. Disculpas queridas y queridos estudiantes, maestros y colegas. Prometo que trabajaré en eso. 

Mientras el grito no dejaba de salir (saben que ni recuerdo, si tomé alguna vez aire…), el hombre que me correspondió, no dejaba de jalar, solo eso, jalar con fuerza progresiva mi cartera. Me aferré a ella, pese a las repetidas caídas al suelo, pese al peligro que podía conllevar el progreso en la agresión del ladrón, pese al sentir mi cuerpo completamente manipulado por él, de un lado para otro, de arriba hacia abajo, no solté la cartera. Creo que alcanzo a recordar dos pensamientos en esos largos momento, cortos minutos: “no voy a dejar que lleven mis cosas, como a todo el mundo le pasa”, “por qué no vienen a ayudarnos”.

¿Y Rubén? Decidió utilizar sus piernas y pies como armas (creemos que es producto de su entrenamiento en la capoeira, angola –cabe la aclaración- pues esta solo usa piernas y piés para atacar), se batió con los dos hombres a puntada de patadas. En algún momento de la vertiginosa licuadora en la que me tenían, vi su cuerpo (sobre todo sus piernas) sobre los ladrones. Desafortunadamente esto no produjo el efecto esperado. 

La sorpresa fue mayor cuando los dos hombre (pese a las patadas de Rubén) jalaron al mismo tiempo mi cartera y uno de ellos con un cuchillo intentó cortar la correa que me unía a mi bolso. ¡Un cuchillo! Pues si señoras y señores, en la escena había un cuchillo. En ese momento llegaron otros hombres que nos ayudaron a espantar rápidamente a los ladrones. Recuerdo muy bien uno de ellos; los espantó como se asuntan a los perros que ladran sin querer morder, los espantó como a ratones que no se quieren matar, los espantó como almas en pena a las que no se les teme. Se fueron. Huyeron. Escaparon. Salieron del lugar sin mi bolso, sin ningún objeto nuestro.

Mis dedos paran de escribir, mi respiración se altera y un llanto corto cae sobre el teclado. Pausa larga, que WhatsApp interrumpe (gracias Zuckerberg). 

Como resultado del evento tenemos el susto enorme que cargaremos durante unos días, mis codos, rodillas, empeines y talones con una estética a lo Jesucristo, la triste perdida de uno de mis aretes recientemente comprados en las abarrotadas calles comerciales de Lapa, mi adolorida garganta y la rabia impotente, dolorosa y angustiante que no he parado de respirar desde aquellas 18:30. 

Como conclusión, qué digo. Como conclusiones, tengo varias que quiero desahogar en las letras a seguir. Debo contextualizar un poco de donde vienen algunas. Estas primeras llegan por causa de la actividad seguida al intento de asalto. 

Continuamos el camino hacia la obra de teatro que en Barroquinha se estaba presentando. No mi querida lectora, no iba a dejar de asistir al teatro. Sabía perfectamente que me iba a curar, que su sola fuerza, por mala que fuera la obra, me ayudaría a digerir lo que acababa de ocurrir. Asistimos la obra A Conferência, del grupo OCO Teatro, que supo ayudar. El tema era la ciudad, las ciudades, bastante sugestivo para mi necesaria catarsis. En sus descripciones de la ciudad, el concepto de espacio público salió a relucir. Y es sobre espacio público en América Latina que mi investigación camina, y anda por ahí por ser este desigual, peligroso, sorprendente, carnavalesco, desvergonzado, luchador, rebuscador. Tuve rabia por escoger eso como objeto de investigación. Me decía:

-          Ahí tienes intelectual inorgánica tu calle latinoamericana. ¿Qué tal tu mundo del sur? ¿Qué tal la fuerza de la desigualdad de la que te aprovechas académica y cínicamente? Pues fue esa misma la que estaba jalando tu bolso.

Y sí, es la puta desigualdad la que jaló mi cartera. Lectores, ellos tenía un cuchillo que nunca usaron contra nosotros; uno de ellos me tuvo en el suelo, cerca a sus pies, descalza, tan fácil de pisar, machucar, dar un golpe que nunca llegó. Ellos no nos quería hacer daño, solo llevar, lo que tal vez, sustentaría unos días de vida. Parece que el hambre, el desespero o la costumbre no les dio para enterrar un cuchillo. ¿Quienes son esos ladrones? ¿Qué hay dentro de ellos que les impidió usar un cuchillo? Con solo un raspón o roce de esa herramienta sobre nuestros cuerpos, hubieran salido victoriosos con mis pertenencias… Gracias a las diosas que esto no ocurrió, gracias a las diosas (¿o a quién? A la madre que los crió…¿?) que estos ladrones no llegaron hasta allá. 

Castigamos al ladrón pero no juzgamos la sociedad que los produce. Y ahí mi rabia crece. Crece después de ver como roban una presidencia, crece después de escuchar vecinos, conocidos, transeúntes celebrando la salida de la presidenta. Crece al ver como venden nuestras empresas, crece al recordar que mi pueblo elige como elige. Crece, crece y crece … ¿Cuándo y cómo explotará?

Poca gente vino a nuestra ayuda, y creo yo, que los que vinieron demoraron. Una de las frases de la obra de esta noche decía algo como “Nadie ayuda, por que nadie quiere sufrir”. Nuestro pueblo sigue observando la realidad, solo observa y casi siempre lo hace a través de los malcreados medios masivos de comunicación. Algunas personas observaron como yo gritaba, como Rubén daba patadas y como dos hombres intentaban llevar una cartera. Solo observaron. 

Toda Bogotá observa como una de las últimas empresas públicas, que sustenta las escuelas y la Universidad del distrito, esta siendo vendida. Todo Brasil observa como su presidenta, que por medio de las urnas, la colocó en ese cargo, es retirada del gobierno. El mundo observa como pocos tiene todo y muchos tiene nada. Y muchos siguen solo, solo observando.

Y viene el panfleto… Si, que le puedo hacer, repetitivo, poco original, pero inevitable. 


Juguemos el uno a uno. No como el de Maturana o Dunga, sino a lo Lenin. Hágale la charla amistosa, compinchera a la vecina, al cliente, al tipo que se le sienta al lado en el bus, e intente persuadirlo de dejar de observar y de, por lo menos salir, a la calle, a la marcha. Espere, no se impaciente al primer NO, no se desespere con la lluvia de argumentos (todos bien diseñaditos por los mass medias) que le caerán encima. La cosa es de encanto, de persuasión, de cariño. Téngale paciencia y por lo menos déjele la duda. No se canse de insistir. Respire profundo y siga. ¡Ojo! Prometo el 0.01% de cambio en el escucha. Pero bueno, de uno en uno…

4 comentarios:

  1. Mi Mafe, bueno esa experiencia latinoamericana que tanto nos ayuda y esa necesidad de solidaridad siempre estarán presentes en ti, No se hasta donde esa necesidad de conciencia social aparezca en nuestros pueblos, pero pa lante, que ayer es tarde.

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    1. Este pequeño incidente del cual muchos de nosotros hemos sido víctimas queridisima prima es tan solo un aperitivo al gigantesco y deteriorado mundo moderno. Que para tu sorpresa no solo se hace presente en nuestra bella latinoamérica sino en grandes urbes de Europa y los Estados unidos y sin dejar atrás algunos países asiáticos. lo triste del asunto es que ya nada importa y todavia lo mas entristecedor esque las personas a nuestro alrededor ni se inmuta ante tanta fechoría. ese es un claro indicio de nuestra separación de aquello que es tan bello y transforma nuestro ser pero somos tan vanidosos y pobres de espíritu que en vez de aceptar que adolecemos de los principios que Nuestro senor todo poderoso nos ha dejado y preferimos continuar divagando sin rumbo y sin temor para perdición de la humanidad. tan solo unete a aquellos que fervorosamente oran por un cambio pues nuestra autodestrucción avanza a pasos agigantados. El senor bendice.

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    2. Gracias primo por tu comentario. Ya me uní a aquellos que oramos entre y para humanos para convencernos de ser menos vanidosos y pobres de espíritu.

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