martes, 23 de octubre de 2012

¡EXIJO MUJERES!



Por: María Fernanda S. Bonilla 

Del 17 al 18 de octubre se realizó el I Encuentro latinoamericano Mujer, liderazgo y gestión, en la ciudad de Bogotá, organizado por el Centro de Liderazgo y Gestión y Women in Bussiness, patrocinado por más de 19 empresas privadas, en El Cubo de Colsubsidio. Este encuentro pretendió develar la participación de la mujer en los altos cargos de grandes empresas no solo a nivel nacional sino a escala mundial, pues como dice una de sus consignas “El mundo está cambiando, la sociedad se transforma, las empresas evolucionan”. De esta forma, las grandes personalidades que participaron en este encuentro demostraron cómo las mujeres deben hacer parte del mundo empresarial de forma representativa.  

Las líderes de Latinoamérica del sector empresarial consideraron necesario realizar un encuentro de mujeres “poderosas” pues afirman que aunque la ley de cuotas (legislada en varios países de América del Sur) se esté ejecutando, no se ha alcanzado el equilibrio entre los cargos ocupados por mujeres y los ocupados por hombres. Además demuestran cómo las mujeres en cargos directivos empresariales “consiguen un 41 por ciento más de retorno sobre el capital y un 56 por ciento más de utilidad operacional”. Con estas aseveraciones el I Encuentro  Latinoamericano de Mujeres reclama más participación de la mujer en las empresas y en la vida bursátil.

Mientras este grupo de Lideresas, todas ellas tan prestantes en la vida pública y sobre todo privada, discutían y enviaban mensajes al mundo sobre su participación en el manejo del capital mundial, una parte de la historia colombiana se encontraba en Oslo iniciando (una vez más) un proceso que pueda llevar a Colombia a la paz o por lo menos al fin de la guerra que lleva más de 50 años.

Lo sorprendente era el desequilibrio en la mesa de instalación de los diálogos de paz en la capital Noruega, pues ninguna de estas lideresas o por lo menos una representación de ellas o del género participó de manera activa de una de las partes de la mesa. Claro, agradecemos a Noruega por dejar que su papel de facilitador fuera dejado en las manos de una mujer, pero y ¿dónde están las mujeres colombianas en este proceso de paz?


Con un evento de tanta magnitud del mundo empresarial, que fue capaz de traer y reunir en Bogotá a tantas mujeres que ostentan cargos de poder tan importantes para las finanzas mundiales, muchas de ellas colombianas, jamás fue puesto en debate el desequilibrio y la falta de presencia de mujeres en la instalación del proceso de paz. ¿Por qué? Disculpen, la pregunta es ingenua. Disculpen grandes amas del capital, por pedir que se interesen por su sociedad, cuando por lo que han luchado tan aguerridamente es por hacer que la mujer (esa mujer de clase privilegiada) llegue a manejar la economía mundial, sin que esto represente un cambio en la forma en como este mundo maneja tan inequitativamente la brecha entre ricos y ricas, y pobres. La petición de este Encuentro no es por mejorar las condiciones sociales de los y las miles de pobres, desempleadas, desempleados y miserables que el mundo de los negocios nunca ha dejado de ver como perfil no apto para sus productos, la petición de este encuentro es claro: nosotras mujeres poderosas, que tuvimos los medios y los recursos para estudiar y manejar cargos de tanto poder, pedimos tener ¡más poder! Para la individualidad, para la persona, no para el gran porcentaje de mujeres miserables, pobres, desplazadas, violentadas, viudas o huérfanas por la guerra y el capital.

Sí, este encuentro que coincidió agridulcemente con la instalación de los diálogos de paz, solo nos demuestra que las mujeres que ahora ostentan poder, no se diferencian en nada de su pariente masculino, el hombre. Solo les interesa estar en el poder por tener poder, no por cambiar las condiciones de la mujer que durante siglos continúa siendo miserable. Afortunadas las mujeres que nacen en las clases del poder, afortunada la humanidad que siguió con el linaje hegemónico, afortunados y afortunadas todas ellas y ellos que son la minoría de la población mundial, pero la mayoría en el manejo de la economía de este desigual planeta.
De todas formas la responsabilidad de que no haya mujeres colombianas representativas en la mesa de los diálogos de paz no es toda de estas apoderadas damas, ni más faltaba. La responsabilidad, que aún se puede remediar, es de un gobierno que le niega la posibilidad a la mujer de participar en escenarios tan cruciales para la vida nacional y a la guerrilla que en oposición, deberían tener mujeres dentro de sus representantes.

¿Es posible que en un proceso que pretende lograr la paz no existan mujeres voceras cuando los procesos guerreristas han tenido como principal víctima las mujeres? ¿Cómo puede ser que la voz de las mujeres, que han vivido y sobrevivido a esta guerra, no aparezca en estos escenarios de manera relevante y principal? ¿Si hablamos de procesos de reparación, como se debería hacer en los diálogos, cómo es posible que no tengamos representación femenina, cuando a las que tenemos que reparar son a madres, hermanas, esposas e hijas? ¿Cómo podemos hablar de un país en paz y justo cuando ni siquiera lo es en sus escenarios de discusión y debate?

Entonces, ¡Exijo mujeres en el proceso de paz!, esta es mi respuesta a las anteriores preguntas. Exijo a las FARC la presencia de la mujer, esa que ha sido capaz de ponerse a su altura y de luchar hombro a hombro con hombres, esa que les ha aportado tanto en la relación con las comunidades, esa que les ha dado más fuerzas que cualquiera de sus más fornidos guerreros, esa que atravesó el mundo creyendo en ustedes, y no contenta con hablar español perfectamente, aprendió su lengua y se siente más colombiana que cualquiera de nosotras. FARC, no es posible que dentro de sus peticiones de justicia y paz, no exista ninguna representación de la equidad tanto en su discurso como en sus acciones, no pude ser que a pesar de su desarticulación de esta vida nacional, no sean consecuentes con la participación de la mujer, que representa más de la mitad de la población de este país y del mundo.


En cuanto al gobierno no es de extrañar que una vez más nos niegue la posibilidad de participar representativamente en los fundamentales procesos de creación y fortalecimiento de nación. Pero de la misma forma le exijo, como colombiana que toda su vida ha estado en un país en guerra, la participación de la mujer en un escenario donde el tema de lo femenino es fundamental. ¿No se han dado cuenta acaso, que en sus intentos disfrazados de reparación a víctimas suman más del 70% madres, esposas, hijas, tías, hermanas, que son las que pueden dar cuenta real de esta guerra, sus responsables, aliados y contradictores? ¿Cómo puede ser que las mujeres que han tomado papeles de liderazgo en la consecución de este proceso de paz no se encuentren en la mesa, como Piedad Córdoba y la organización Colombianas y Colombianos por la Paz? Una vez más, otra pregunta ingenua; está mujer representa todo lo que la hegemonía de este país detesta: mujer, líder, negra, opositora y contradictora de los últimos regímenes políticos de este país.

Es necesario Colombia, que en este proceso de paz, que pretende no fracasar como todos, todos los anteriores procesos de paz, se tenga la participación representativa y principal de la mujer, no como la consejera del hombre, no como la que le susurra al alto cargo, no como la que da el saludo a la bandera o a la que se le pregunta una que otra cosa (nunca para la decisión y sí para la manipulación) no. Sino como la que pone su voz para la toma de decisiones y se manifiesta en el mando de los rumbos de este país.

¡Una vez más, exijo mujeres, mujeres que se interesen por este país y su construcción social, política y económica!

http://www.colectivomaloka.org/es/noticias/encuentro-de-mujeres-latinoamericanas-contra-l.html

jueves, 4 de octubre de 2012

DESENHO. Espaçar com subjetividade


DESENHO[1]
Espaçar com subjetividade

María Fernanda Bonilla
Mestranda PPGAC-UFBA


Foto: João Milet Meirelles
Uns sapatos levados por um homem entram no espaço. O homem manipula umas folhas de papel com fita adesiva; desenha seu corpo nas folhas com seu corpo como modelo, não utiliza um lápis, utiliza um bisturi. Este movimento, desenhar o corpo, se transforma em uma ação com carne e sentidos. O bisturi, que para os espectadores, pode cortar qualquer coisa, passa tão perto do corpo do homem que nos esquecemos do desenhar e imaginamos o ferir, o danar, o querer morrer. Mas nem aí se fecha esta ação, pois a suavidade do percorrido do bisturi pelas folhas só deixa pensar nestes verbos (ferir, danar, morrer) como uma brincadeira com a vida. Surpreendentemente o homem levanta das folhas seu corpo de papel, com a mesma suavidade com que desenhou. No espaço temos um corpo de carne, outro de papel e um terceiro que não posso dizer se é corpo ou espaço do corpo, corpo em negativo ou não corpo. No espaço o homem com o bisturi cria um terceiro corpo, quarto corpo, quinto corpo e um coração, partindo sempre do anterior. No entanto a primeira imagem, o homem com sapatos e a última, o coração, são os únicos que ficam inteiros, os quatro restantes que habitam a horizontal perto do público, ficaram com um vazio no meio, um vazio que não cala senão fala do parir, do criar, do reproduzir.

Uma mulher que me lembra a imagem de Frida Kalho brinca com o papel, a fita adesiva e o corpo do homem dos sapatos. Ela esculpe com o corpo do homem e o papel, e numa admirável ação que supera qualquer tecnologia de espetáculo, duplica o corpo do homem com sapatos. Este novo homem de papel fica no espaço, pensado para onde ir, sua posição só espera o momento indicado para pular e habitar um novo espaço. No entanto, fica no seu lugar, se exibe como uma peça escultórica que engana os olhos dos espectadores, ele parece rocha, pesado, forte, ainda que os espectadores saibam que é ligeiro e mole.

O espaço começa a existir com outras ações que acontecem. A mulher Kalho, como o rastro dos corpos de papel, deixa seus próprios traços; com ligeira velocidade seus passos atravessam uma diagonal e no caminho deixa intermitentes linhas brancas; em outro momento, seu corpo no chão como casulo se transforma numa borboleta; os abraços que ela dá para uma das paredes do cenário se tornam asas nascidas de suas costas.

As anteriores ações tem a fita adesiva como ferramenta; o homem dos sapatos e a mulher Kalho a manipulam de jeito que superestimam o instrumento; a fita é tão rápida, ligeira e contundente no seu traço que dá vontade de manipulá-la e desenhar com ela; além disso, o som no seu acionar proporciona-lhe uma personalidade eficiente - devo admitir que minha existência neste mundo de máquinas se humaniza assustadoramente, pois já conferi qualidades humanas ao som dos objetos.
 Foto: Margô Assis

No espaço a mulher Kalho e o homem dos sapatos pintam e esculpem, a fita adesiva é o pincel e o papel é a argila; o espaço fica animado pelos traços e as imagens que agora moram nele. Estes objetos que preenchem o espaço não somente o residem, também oferecem um espírito, uma presença, uma personalidade. O espaço que inicia com a cor preta não deixa ler nada, só reafirma a convenção teatral da não interpretação, apoia os novos elementos que se realçam sobre ele; o cenário se transforma numa espécie de circuito, de rota, de caminho; o homem e a mulher tem transformado o espaço num lugar que da vontade de habitar; além da necessidade de observar os rastros, nasce a necessidade de utilizar os objetos, os corpos e o papel, a fita, os traços, o bisturi.

O espaço-lugar ganhou vida com as ações dela e dele. Eles deixam ver o espaço morto, inexpressivo, que é utilizado como contentor de coisas, cujo paradoxo ontológico é ser vazio, como o espaço que possibilita a configuração, como o local que contém os corpos onde ao mesmo tempo criam o espaço e o lugar para cada uma de suas criações. O espaço só existe enquanto que a mulher e o homem obram sobre ele. Em Desenho temos um espaço que responde à utilização subjetiva e é assim como existe. Enquanto que a mulher Kalho e o homem dos sapatos experimentam nele, o espaço nasce. O espaço deixa de ser o vazio que se preenche de coisas, para ser o habitado, o experimentado, o vivido. Assim “Não há mais espaço que aquele que é vivido subjetivamente” (PERAM, 2010). Estas duas pessoas apresentaram um espaço que pretendia ser objetivo para torna-lo num fértil panorama subjetivo.

Além de criar este espaço-subjetivo, este também é espaçado. “Espaçar é a liberação do local” (HEIDEGGER, 1969). O cenário se transforma em algo mais que um museu e um teatro; ao final da peça a mulher Kalho e o homem dos sapatos convidam, com um gesto limpo e gostoso, a entrar no espaço. A vontade de entrar no espaço, levantada por eles em nós é liberada depois da construção-animação dele. O teatro é liberado enquanto limite entre atores e espectadores e é liberado como museu enquanto barreira entre obra e observador; nos dois casos, espectador e observador abandonam seu estado passivo para ativar todas as vontades acordadas pelos primeiros atores; os dois lugares, abertos nesta encenação (museu-teatro), ficam liberados de suas originais e limitantes funções, para acrescentar seu ser no mundo. “Espaçar é atuar sobre os sites, em que um deus aparece; locais onde os deuses fugiram, locais onde atrasa o aparecimento da divindade” (HEIDEGGER, 1969). Já não existe a divindade no plano do prazer afastado, existe a divindade vivida, com experiência, a divindade que foi criada por humanos para o disfrute da humanidade.

Referencias:
HEIDEGGER, Martin. El arte y el espacio. Revista Eco, volumen (122), pp. 113-120. Bogotá, Colombia.

PERAN, Martí. Espacios (practicados, ficticios e institucionales). 2010.  Disponível em: www.martiperan.net. Acesso em: 18 de junho 2012.



[1] Peça apresentada por Margô Assis (MG) e Eugênio Paccelli Horta (MG). 1° de junho 2012 no Interação e Conectividade VI, Salvador-BA.