jueves, 30 de noviembre de 2017

DIAGNÓSTICO DE AUSENCIA

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Al fin de cuentas, el amor es crear un hambre que saciar, un vacío a ocupar. Pero no se puede comer cualquier cosa, ni se puede llenar con lo que por azar u obligación aparezca. Algunas veces se siente la necesidad de tener esa hambre o de llenar ese vacío y no se sabe con qué, o directamente, con quién. La cosa se complejiza cuando aparece ese alguien que cuadra perfectamente en el vacío abierto o satisface hasta las más específicas ansias. El cuerpo, entonces, pide constantemente el ser amado. Lo llama, lo busca, desconcentra la atención hasta en los momentos menos esperados para empujar a la voluntad hacia el amado.


Aún quedan más grados de complejidad, cuando quien llena vacíos y mata hambres, no está cerca. La amada parece enloquecer, se le dificulta controlar los impulsos del cuerpo que buscan frenéticamente la persona amada. Las vísceras se contraen y luego se expanden generando vanos lugares en el interior. El pulso se desacelera y la sangre corre con lentitud, esto deja la tonicidad sin vigor, sin brío, sin fuerza. En el pecho, justo en el espacio entre los dos pulmones, donde (según una ilustración encontrada en Google, de la página saludya.es) se encuentra el corazón, se siente una contracción inusual, como si la sangre, al pasar por las cavidades, fuese tan gruesa, que estas, adoloridas, fuerzan el transito del líquido vital. El dolor pasa por los nervios, pero al ser de una naturaleza pesada, aletargada y espesa, el cerebro la traduce como tristeza y así, la amante y amada (por suerte o regalo de las diosas) se deprime y acongoja.

Con ese estado, a la adusta le cuesta trabajo sonreír o encontrar cualquier situación graciosa, así la atmósfera sea de una comicidad impresionante. La acongojada, deja ir su pensamiento, que fácilmente se escapa, hacia recuerdos o proyecciones que la acercan al amado de forma virtual. Las imágenes y sensaciones proyectadas en el cuerpo, alivian muy superficialmente las sensaciones descritas en el párrafo anterior. Al terminar el efecto de este pasajero alivio, el vacío y las ansias vuelven con más fuerza.

Sin saber qué hacer, la descarnada amadora, cree que escribiendo una explicación sobre su estado, podrá dar transito al dolor acaecido.

Al hacerlo se da cuenta que al estar presente su amado, su cuerpo mantiene una temperatura más elevada de lo normal, esto hace que las vísceras se relajen y no tensionen el centro del cuerpo, sin esta tensión la respiración fluye con mayor dilatación. Cada órgano ocupa su lugar y no se generan vacíos. Esta respiración permite que la sangre transite con más ligereza y acelera el pulso a buen ritmo, esto ofrece una tonicidad encendida a la amadora, que se manifiesta en impulsos que terminan en abrazos e interacción corporales que permiten desfogar el arrojo producido. El contacto con manifestaciones similares de parte del amado conecta las pulsaciones entre una y otro, así la circulación no solo se produce en un cuerpo, sino que se complementa con la circulación del cuerpo en interacción. En ese encuadre, logrado con tal precisión, los cuerpos encuentran tal bienestar que el gozo se traduce en risas que, a impresión de la pareja, parecen inexplicables. Esas risas de júbilo es la evidencia de la plenitud y armonía encontrada por el cuerpo para su funcionamiento.

Por la necesidad humana de nombrar todos los fenómenos experimentados, la dupla, con los cuerpos conjugados, por ser muchos en uno o por ser uno contenido de inmensidad, se explica lo acontecido nominándolo como amor.  Satisfechos por su declaración, cierran la jornada con la danza que muy bien saben bailar sus lenguas, bocas y salivas tanto del rostro, como de la entrepierna.